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lunes, 7 de febrero de 2011

Volando ligero

Se siente extraño volver a escribir tomando en cuenta que hace ya un par de meses que no me decidía por hacerlo. Supongo que estaba esperando que pasara algo interesante para tener algo sobre que garabatear, y como ya es común en las cosas que escribo, hoy también hablaré un poco sobre mi vida; intentando hallarle algún sentido (si es que tiene uno), aunque no pretendo destacar ni hacer un análisis magistral de mi vida o la de las demás persona.

Si mal no recuerdo, en una de mis primeras notas, en la que hablo sobre mi rutina diaria dije que una de las cosas que hago para no ir aburrido en esos autobuses en los cuales no puedo dormir es escuchar música. Fue precisamente cuando comencé a escuchar una canción del grupo Calle 13 que agregué por error a la lista de reproducción (no me gusta demasiado el grupo, de hecho, lo detesto). Cuando noté una frase que, en la canción, parece dicha por un recluso y dice algo más o menos como: “En esta vida me castigaste, me robaste el tiempo, me recagaste”.  Por aquellos momentos mi ánimo no estaba precisamente por las alturas y comencé a asociar la frase con las cosas que pasaban en mi vida, y aunque traté de mil y una formas de buscar a alguien para culpar por mis problemas, no encontré a mas nadie sino a mí mismo y me di cuenta de que las situaciones difíciles casi siempre comienzan y terminan por malas decisiones que nosotros mismos tomamos.

Todos tenemos malos momentos, algunas veces queremos gritar, llorar o incluso creemos que queremos morir. Muchas veces invertimos tiempo y recursos en lograr metas imposibles y cuando nos damos cuenta del tamaño de las cosas nos frustramos y pensamos que no somos lo suficientemente buenos, o peor aún, que los demás no lo son.
Siempre utilizo el ejemplo de mi profesora de cálculo, suelo decir que si hubiera tenido otra profesora o profesor, tal vez habría aprobado la materia. Aunque nunca digo que si yo hubiese puesto un poco más de mi parte habría entendido los ejercicios. Nos enfrascamos en culpar a los demás por nuestros errores como si fuera una especie de barrera para que los demás no piensen que nos equivocamos, y allí está le petit détail, somos humanos y aunque nos duela, errar es de humanos.

Un hombre sabio me dijo en uno de esos domingos por la mañana que de la vida siempre hay que tomar lo bueno y apartar lo malo, aunque nunca hay dejar de mirar esa maldad porque si no, nunca entenderíamos donde buscar el bien. Quiere decir que hay que tomar las cosas positivas incluso de las malas experiencias o las que puedan ser dañinas pero sin dejarnos llevar. Una persona débil es como una botella en el mar: nadie sabe ni a donde va ni cuándo llegará.

Yo no soy el hombre más brillante, ni el más apuesto o mucho menos el mejor deportista. Pero estoy seguro de mis convicciones y llevo cada batalla hasta el final aunque esté cansado. Un adagio popular dice: “a lo hecho pecho”, nada de mirar hacia atrás y llorar por los fantasmas de ayer o de culpar a los demás por nuestros errores. Asumamos nuestras responsabilidades, pidamos disculpas, demos los buenos días, olvidemos el orgullo y seremos felices. Cada tribulación puede llegar a ser un gran impulso. Aprovechemos pues ese impulso y seamos felices, volemos solo con lo que tenemos porque la lucha es larga y hay que aligerar la carga.



Kevin Yépez

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