Facebook Badge

domingo, 31 de julio de 2011

Soñé que comía mi zapato

Desperté de mi ensueño y te vi transformada, convertida en lo que juramos combatir. Recuerdo aquella vez que corrimos por la ciudad, tú estabas empapada y manchaste tu camiseta blanca con aquella chaqueta color vino que te dio mi amigo. Recuerdo aquella pastelería y los señores que hablaban con acentos graciosos, y los vendedores que nos miraban cuando corríamos todos como en una manada y cantábamos y brincábamos, y veíamos películas, y queríamos a tus padres.

No te conozco, desperté de mi ensueño y te vi transformada, convertida en lo que juramos combatir. Ese sueño tonto en el que ya no te veía transmutó en una pesadilla que no lograba reconocer, éramos tan jóvenes, y tan tontos. Ahora haces cosas que no haría con mi esposa y vuelas como mariposa de rosa en rosa. Se ha cumplido mi pesadilla.

Te pido perdón por haberte olvidado, espero verte algún día otra vez, pero por ahora no sé quién eres.

Siempre tuyo, el que escribe.

“Había una vez un peruano timorato que soñó que comía su zapato, despertó temblando como un pato, y cumplió su sueño después de un rato”.



Kevin Yépez.

Cuando eramos felices y no lo sabíamos

Volver a ser niño, una meta imposible que mató a sabios y eruditos, volvía locas a las señoras que se miraban las canas de los años y salían desnudas a las calles. Hacía llorar por las noches a los viejos con los relojes con leontinas de oro y trajes negros que los cocinaban al vapor por dentro, porque ni ellos recuperan esos años que nos regala Dios.

Volver a ser niño a la época en la que el amor se expresaba con besitos tontos que daban vergüenza, besos fugaces que se encontraban con los labios ajenos y salían corriendo sonrojados. Aquellos momentos en los que nos convertíamos en ingenieros de cartones y de latas, en arquitectos de casas de trapos y sillas, en médicos de lagartijas y cirujanos de insectos.

Vivir la época en la que éramos felices sin control ya que nada ata a un niño, porque los niños son libres por naturaleza, además de los seres más inteligentes en el universo y se sabe que se van haciendo brutos con el pasar de los años porque a medida que maduramos se nos funden las neuronas o mejor dicho se pudren porque nos caemos de la mata y nos volvemos locos con cálculos que no vienen al caso y conocimientos de viejos locos que se murieron de soledad o que se volvieron dementes que no tenían dioses aparte de sí mismos.

En esos momentos donde nuestro conocimiento crecía con nuestra curiosidad todopoderosa y nuestra imaginación casi dañina que nos hacía cabalgar perros y jalar las colas de los gatos, pensar como pájaros que vuelan y corríamos desnudos por todos lados sin ni siquiera pensarlo. Tal vez, y solo tal vez Adán y Eva eran dos niños y se vistieron nada más cuando fueron adultos e idiotas.

Que viva la niñez en donde solo llorábamos porque era necesario y nunca lo hacíamos por tristeza porque los niños son felicidad por poco pura y amábamos a nuestras madres y a los arboles y a las cosas. El tiempo cuando no nos comíamos las flores por las mujeres, ni nos mirábamos al espejo y el cariño era sencillo y con cartas que se dejaban en los pupitres. Bendita sea, la niñez que me hace feliz tan solo de recordarla.



Kevin Yépez

sábado, 30 de julio de 2011

Ir con la corriente hasta que el tiburón te parta en dos…

Creo que el problema más grande de la vida es la rutina, especialmente las rutinas tediosas del acontecer diario; despertar, bañarse, vestirse, desayunar, clases y/o trabajo, comer de nuevo y todo lo que esté en medio del almuerzo y la cena, para terminar dormidos de nuevo.

Mucha gente se siente bien sobreviviendo de esta forma, y digo sobreviviendo porque con toda la experiencia de un muchacho de diecisiete años y puedo asegurar que eso no es vida. Y puedo asegurarlo porque tengo esos diecisiete años sobreviviendo y he hecho cosas valientes pero al final hay momentos de alegría, pero de tristeza hay muchos más.

No queremos darnos cuenta de que la vida es un respirar y podemos vivirla de muchas formas pero siempre se eligen las menos acertadas: vivir como un aburrido o vivir rozando el límite, lo que es simplemente vivir siendo un aburrido que morirá más pronto.

¿Cómo no nos damos cuenta de que la vida debe vivirse aprovechando cada minuto? Debemos ser quienes somos y no hombres y mujeres de cartón, todos parecidos, copiando imágenes primorosas que compramos caras para no vivir nuestra realidad. Volamos cumpliendo los sueños de falsos dioses y transformándonos en otros para morir sin pena ni gloria, vacíos.

Nunca está demás hacer una locura, pero no seamos locos para caerle bien al que está delante de nosotros en la fila, sino para hallarle un poco de alegría a la vida. ¿Y a quién le importa si somos tontos? Mientras seamos verdaderos con los demás y con nosotros mismos somos tan grandes como queramos serlo y sin importar el esfuerzo o el tiempo que tome seremos los héroes del mañana.

¡Ay de aquél que allá donde se encuentre no haga lo que considere necesario para ser feliz porque está destinado al olvido!






Kevin Yépez